Choquequirao es uno de los descubrimientos culturales y arqueológicos más recientes en Perú y una gran alternativa turística.
Salida de Abancay y Llegada a Qiunalla
Comenzamos el viaje en la ciudad de Abancay – Apurimac, decidimos tomar la segunda ruta que lleva a Choquequirao y contratamos un auto que nos llevase hasta “Qiunalla”, en el pueblo más cercano a la ciudadela, partimos a las 2 de la mañana y al cabo de unas 3 horas llegamos a nuestro primer destino donde una llovizna nos dio el susto de no poder continuar con nuestro viaje, afortunadamente termina después de 20 minutos y poco después las nubes se retiran y nos permiten disfrutar del paisaje con un nevado de fondo. En este pintoresco pueblo, que se ve como un auténtico lugar de los andes peruanos, se encentra un mirador espectacular en el que uno puede ver gran parte del Cañón del Apurimac. Quinalla se encuentra a una buena altura del cerro y curiosamente nuestro destino final se encuentra a una altura similar pero en el cerro opuesto. Además, desde aquí se puede ver todo el desafiante trayecto que se tiene que seguir.
Descenso al Río Apurimac
Son casi las 7 de la mañana. Luego de deleitarnos con la vista desde lo alto del mirador de Quinalla comenzamos nuestro descenso al “Río Apurimac”, a lo largo de este descenso se aprecia de mejor manera el “Cañon” y se nos va revelando una simpática catarata que baja una gran parte del cerro. A unos 15 minutos de llegar al río nos encontramos con la “Ascienda San Ignacio”, bueno, con lo que queda de ella. Nos dicen que en esta antigua ascienda se molía caña de azúcar, aún pudimos ver los restos de las máquinas que usaban y el mecanismo con el que funcionaban, ahora ya deteriorados por el tiempo.
El descanso y almuerzo
Llegamos al río Apurimac y son alrededor de las 12 de medio día, se nota un poco del cansancio de algunos del grupo y decidimos darnos un descanso. Aquí hay una pequeña estación en el que uno puede refugiarse del sol intenso e incluso darse un baño en las duchas para refrescarse del sofocante calor característico de una quebrada. Aprovechamos el hospitalario lugar para almorzar y prepararnos para un ascenso realmente desafiante.
El interminable ascenso
Arribando a las 2 de la tarde comenzamos el segundo tramo de la caminata, el sol se muestra implacable pero el tiempo es otro gran enemigo, tenemos que partir, las referencias nos dicen que llegaríamos al anochecer. Cruzamos el río a través de un puente y comenzamos el ascenso. Tan pronto comenzamos a subir nos vemos impresionados por el camino a seguir, éste es de roca, angosto, empinado y, literalmente, al borde del abismo. Esta parte es un tanto peligrosa pero se han colocado algunas barandas metálicas en los tramos más riesgosos. Uno destila un poco de adrenalina y esto hace más interesante el viaje. Conforme ascendemos el tramo riesgoso desaparece pero el camino continúa empinado, el sol golpea con todas sus fuerzas y pone a prueba toda nuestra resistencia. A lo largo de este interminable ascenso se puede ver la catarata y también el mirador de Quinalla en el cerro que descendimos así como el resto del maravilloso paisaje. El sol se va retirando y comienza a oscurecer, aún estamos a una hora y media de nuestro anhelado destino.
Camping en la estación final
Alrededor de las 7 de la noche, finalmente, arribamos a la estación de Choquequirao en el que nos preparamos para cenar y darnos un merecido descanso. El lugar esta lleno de tiendas de campamento con turistas hablando en diversos idiomas.
Ascenso a las ruinas y visita de la ciudadela
A la mañana siguiente subimos algunos metros más, para visitar las ruinas. Pudimos verificar que es un destino turístico realmente prometedor, comparable incluso con, la ahora maravilla del mundo, Machupicchu. Por ahora las ruinas visibles son pocas pero al recorrer el territorio uno no tarda en darse cuenta que aún hay mucho por descubrir, que fácilmente todo el cerro podría estar escondiendo una gran ciudadela. En la ciudadela se pueden ver andenes grandes, una plaza principal, un templo, cuartos de los aristócratas y del pueblo, conductos de agua entre otras cosas. Todo esto aún esta en proceso de recuperación y restauración.
La altura a la que se encuentra permite divisar un panorama realmente impresionante: un gran tramo del Cañón del Apurimac, una cadena de cerros, el nevado Salkantay al fondo, aire fresco… ¡esto es sentirse cerca del cielo!